martes, 11 de octubre de 2011

Me nacieron vasca

Así es, vasca. En lo alto de una colina y oliendo a mar, seguro, porque a mar se huele desde la Resi de Sanse muchos dias. Ahora se llama Hospital Donostia, creo; en mi casa, siempre se conoció por la Resi. Y como de hablar de mi casa, mi vida, mí, se trata, pues eso, la Resi.
Y vasca.
Me nacieron vasca y me crecieron vasca, porque mis padres mantuvieron el trabajo y han hecho prácticamente 50 años de su vida en el mismo trocito terruño. Y naciendo y paciendo en el mismo sitio, además de ciudadana del mundo y habitante del universo, ser ser, soy vasca. Mis hijos también son vascos. No, amatxo, riojanos. Ah, vale, que llevamos casi 8 años rodando por aquí.

Crecí y por tanto fui al cole en los años aquellos en los que el euskera, vasco o vascuence no era sagrado pero andaban los plutócratas sentando las bases y los carretones de dinero precisos para ello. Y seguramente fue por eso, por empezar a sentirlo como una imposición en el centro de un corazón giputxi, que mi yo se rebeló. Y seguramente fue por esa otra parte romántica de mi malhadado giputxi corazón que no pude ni puedo ni quiero soslayar como parte de mí los ecos en el bosque, la textura del musgo, la humedad cuajando de gotas los helechos, las ásperas cortezas de árboles con siglos inscritos en sus troncos, el olor a madera y la tierra manchándonos las manos, el frío de los dólmenes, la piernas agotadas de correr arriba el monte y finalmente el estruendoso batir de las olas, y arriba sempiternas las nubes grises y el graznido de alguna gaviota. Con todo ello corriéndome por las venas no puedo dejar de escribir Tedi Katuaren Txokoa en vez de La Esquina del Gato Tedi porque sería menos yo de lo que yo soy y escribo en abierto para mostraros lo que soy, ni menos ni más.
Y el viejo Tedi es una vez más la imagen de esta entrada.
¡¡Salud!!

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