viernes, 17 de mayo de 2013

Admiral, nuestro primer azul I

El precioso azulito que alguna noche aún vuelvo a encontrar en mis sueños. Sigo buscánote, peque, que lo sepas.


Corría el 2009 (¿2009? ¡Dios mío, cómo pasa el tiempo!) y octubre. Octubre, el mes de las nueces y las castañas asadas, mi mes. Iba a cumplir 38 años, tenía algo de dinero ahorrado y te encontré. Las fotos encandilaban, el manto plateado invitaba desde la pantalla a la caricia, pero fueron tus ojos verdes los que acabaron por seducirme. Una mirada clara, limpia, como de arroyo que nace. Azul Ruso, macho y adulto. Unos 30 años después de haberte soñado, te encontré.

Busqué información sobre tu dueña y descubrí que pertenecías a uno de los criaderos que iba siguiendo en los últimos años. No había nada más que pensar. Escribí y les pedí que te mandaran.



Y el 21 de Octubre te pusieron en camino. Y el 22 de Octubre ya no te tenía.

¿Qué pasó?

Mi poca confianza en los transportes de mercancías, en su servivio 'especializado' en el transporte de animales de compañía acabó por irse al garete. Sé que viajáis entre paquetes de toda naturaleza, no en vehículos habilitados específicamente. Imagino que con suerte y, seguro, buen hacer de quienes os mueven y llevan, os meten los últimos en las furgonetas y os colocan arriba del todo o en una situación alta, por eso de que os llegue el aire y poco más. Si todo va bien, llegáis a manos de quienes os esperan con impaciencia, deshidratados y asustados. Si las cosas no van bien,...

Cuento en esta entrada nuestras vicisitudes con Admiral, pero en otra hablaré de Ghandi, nuestro pequeño chigüagüa, por ejemplo.

Durante tu traslado algo sucedió. Un curva, un resalto. Nunca lo sabremos. El caso es que el trasportín apareció roto, estallada la puerta, como podéis ver.



El trasportista dejó la mercancía que correspondía en Nájera, sin percartarse no ya del estado del mismo, sino de que se encontraba vacío.



Entonces ya, no me sorprendió. Están acostumbrados a cachorritos. Él no tenía por qué saber que dentro de aquel trasportín tan grande había un macho cercano a los seis kilos, si no más. No os podéis imaginar la de veces que posteriormente hablé y sigo hablando con ellos acerca de tan desgraciado suceso. Al fin, son la única empresa de transporte con oficina en mi pueblo.

Me cuentan que escuchó maullidos durante su camino hacia Logroño. Y al llegar a su oficina allí, en Jorge Vigón, y abrir la puerta salió en tromba una bola gris de uñas y nervios. Que no pudieron cogerlo a pesar de acorralarlo entre él y otro de los oficinistas...

Imaginad esta frase con acento gallego:

-¡Pero, por Dios, que es un gato y no un tigre!-. Así se expresaba su responsable por teléfono horas después, cuando locos de preocupación pasamos días colgados del aparato.

... TO BE CONTINUED (I HOPE SO)

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